Este diario de viaje a la Patagonia tiene varias partes que me gustaría mencionarlas: El momento de la aventura, El momento del encuentro, El momento de la despedida. Parece más una novela pero así fue como pasaron las cosas y así es como quiero que sean contadas y leídas.
En el año 2012, compré un vuelo para ir a la Patagonia en el mes de Noviembre, el motivo del viaje era porque quería estar en un lugar muy lejano, lejos del trabajo y la monotonía, y que mejor que el fin del mundo para perderme en la naturaleza.
Hace un par de años conocí a un hombre en un foro para aprender Inglés, platicamos me parece que sólo una vez y después perdimos comunicación.
Cuando conversé con él me dijo que vivía en Punta Arenas. Cuando decidí ir a Chile, le mandé un mensaje cruzando los dedos para que me respondiera.
Pasaron algunos días y me respondió, le conté sobre mi plan y el aceptó ayudarme, gracias a él escuché por primera vez «Torres del Paine» y yo me decía ¿pero que tendrán esas torres de especial?, recuerdo que mi amigo Patrik mencionaba con mucho entusiasmo ese lugar, yo ni por curiosidad vi fotos ni nada, yo sólo seguía las instrucciones que él me decía.
Como mi amigo no pudo acompañarme debido a su trabajo y a su familia, tuve que hacer la expedición por mí misma.
Patrik me explico de la A a la Z que ruta tomar, cuándo, dónde, cómo. Me explicó todo muy detalladamente, que cuando llegó el momento de partir a las Torres me sentía valiente para hacerlo yo sola.
Ese mismo día, temprano, fui a visitar la cueva del Oso y después fui a visitar el Glaciar Gray. Pero ¡Dios mío! era la primera vez que yo veía esos pedazos de hielo flotando en el agua, el viento era tan salvaje que me empujaba con toda su fuerza, sentía como la brisa me llegaba a la cara como golpes de lluvia.
El recorrido lo hice con otros turistas que resultaron ser familia, yo era la única que iba sola. Todos eran chilenos, de la capital.
Cuando ellos se acercaron a mí y me preguntaron que si venia sola, les respondí que sí, ellos se sorprendieron tanto y fue cuando comenzaron a tratarme como princesa, sentí su calidez. Me dieron de comer, me contaron historias, es más hasta me decían «dale comida a La Gabriela, dale postre a La Gabriela, que no se le termine la comida». Yo les dije que iba bien equipada, que había pasado al mercado a comprar todo lo necesario pero aún así ellos insistieron en darme la comodidad absoluta, fue un momento realmente lindo porque cuando uno viaja solo y siente esa calidez humana por parte de otras personas en verdad fue muy emotivo para mí. Antes de despedirse me dijeron «ojalá pudieras venir de nuevo a Chile pero no sola». Yo sólo sonreí y les di las gracias.
Mi viaje a la Patagonia es uno de los viajes más importantes que he hecho, ¿Por qué? porque fue la primera vez que viajé fuera de México y sola.
Mi amigo de punta arenas me ayudo con el plan, inclusive reservo los buses y los hostales. Su esposa y él me invitaron a su casa a comer varias ocasiones. La verdad es que tuve un viaje muy ameno.
Como lo mencioné antes, mi amigo Patrik reservo un hostal en Puerto Natales, él me explico que en ese hostal yo podría rentar todo el equipo para subir las aclamadas «Torres del Paine». Era la primera vez que yo acampaba sola y en las montañas y aún así no tenía miedo.
Llegué al hostal, reservé el bus y el equipo de camping para el día siguiente muy temprano.
Me enseñaron como armar la carpa en el patio del mismo hostal, medio entendí, no creí que fuera cosa del otro mundo.
Reserve la carpa más pequeña, la de una sola persona, una bolsa de dormir y es todo. Qué curioso, casi nada.
Ahora, si alguien me habla de camping, pienso en linternas, colchón, bolsa de dormir térmica, carpa especial, y muchas cosas más.
Cuando llegué a la base de las Torres del Paine, fui directo al camping, pagué por mi lugar y me decidí a elegir un lugar tranquilo para armar mi carpa, al fin encontré un lugar a un lado de una mesa de madera, saque mi carpa y todo y me dispuse a poner manos a la obra, cuando de repente me empecé a sentir tonta, no recordaba cómo se armaba la carpa, así como lo oyes, sí, no recordaba nada, y pensaba «¿Qué era lo que primero se pone?», me empecé a sentir desesperada y fui para con el chico al cual le pagué por el camping y le tiré una excusa para ver si él se ofrecía a ayudarme. Le dije «Disculpa, ¿Qué lugar me recomiendas para armar mi carpa?» y él solo respondió «Mmm pues creo que por allá» y señaló con el dedo. Yo sólo le di las gracias y me fui.
De nuevo me encontraba frente a mi carpa desarmada y tratando de identificar como armarla.
Una vez me decidí a dar el primer paso, se acercó alguien y me preguntó «¿Necesitas ayuda? a lo cual respondí «SI» y pensaba «Al fin Dios me mando la ayuda», entonces ese chico, me dijo «Ese no es buen lugar para acampar, mira este está mejor».
Me llevo a un lugar donde había un árbol, y debajo de ese árbol me ayudó armar mi carpa, mientras me hacía muchas preguntas, «¿Y cómo te llamas?», «¿Y de dónde eres?», «¿Y vienes sola?», «¿Cuántos años tienes?», etc, etc. Una vez terminamos me dejo sola y tomé una siesta cuando ya casi estaba a punto de quedarme profundamente dormida escuché una voz que me llamaba «Gabriela…Gabriela…». Era él de nuevo. Me traía comida y mate de coca.
Al final le pregunté «¿y esto lo tengo que pagar?», él solo dijo «No».
Eran las 10 pm y aún había luz, wow, era la primera vez que veía luz a esa hora, me empezaba a sentir como en la antártica ya.
El chico que me trajo comida me invito a dar un paseo, llevó una botella de vino, eran claras sus intenciones, él quería romance.
Como yo iba en plan de sólo hacer hiking y no de ponerme borracha el día anterior a mi caminata a la torres, le rechacé el vino y regresamos cada quien a su carpa. Aunque para ser honesta le besé antes de despedirme.
Al siguiente día me levante a las 4 am, tomé una ducha, era la primera en levantarse, me arropé bien.
Pantalones a prueba de agua, mayas térmicas, blusa térmica, sweter y arriba del sweter una chamarra corta vientos, un gorro, unos guantes, zapatos de trekking, calcetines térmicos y un ligero maquillaje para no dejar la elegancia atrás y menos cuando iba a hacer la caminata de mi vida en esas torres tan aclamadas.
Tomé mi mochila, puse un snack y un suero, metí mi cámara fotográfica y salí al camino, sin mapa, sólo siguiendo las señales del camino.
Pues empecé mi recorrido a las 5 am y ya había mucha luz.
Empecé a caminar por la vereda, y no vi a nadie atrás de mí, ni delante de mí y mucho menos a los lados. Iba caminando sola, con mi alma.
Me empecé a sentir un poco rara, ¿estaba completamente sola?, para saberlo comencé a gritar «¿Hay alguien ahí?», «Holaaaaaaaaaaaaaaaaaaa», «Okay entonces voy a cantar». Y comencé a cantar y hablar, estuve hablando en voz alta mis secretos, todos los dije, inclusive los más penosos.
Después de una hora caminando sin ver nada, más que un río empecé a darme cuenta que estaba en el camino incorrecto, me regresé por donde vine.
Y después de haberme perdido por 1 hora, me di cuenta que seguí el camino de los caballos y no el de las persona, que tonta pero igual valió la pena ya que logré tomar fotos en increíbles escenarios.
Cuando regresé empecé a ver unas cuantas personas a lo lejos, las cuales comencé a seguir, eran la mejor señal para seguir mi recorrido.
Recuerdo que comencé la subida a las Torres del Paine, veía a la gente pasar y a todos les decía «Hola», «Hi», «Hello», y les sonreía, nunca me paré a platicar con nadie, el «Hola» era todo lo que podía convivir con los demás y eso me hacía sentir satisfecha, no sé cuántos holas dije pero por mínimo yo creo que fueron unos 100 o 200 o inclusive más.
Cuando caminaba sola, iba reflexionando todo lo que había vivido durante el viaje, desde que empezó hasta cuando llegué a las torres. Recordé cuando estaba en Perú, después Bolivia, y el norte de Chile, cuando fui al valle de la luna y al valle de la muerte. Y cuando miré hacia el suelo vi una piedra en forma de corazón…¿señal divina? y porque no. Sólo sonreí.
Estaba muy cansada, paré un momento para beber agua de la cascada, sentí como mi cuerpo de purificaba. Y después seguí.
Debo admitir que vi el top de las Torres del Paine muy cerca y que me sentía muy muy fatigada, y con pena lo digo, estuve a punto de flaquear, estuve a punto de detenerme, pero algo en mi me impulso y me dije en idioma chileno «ctm wn, tienes que poder» y entonces me dispuse a poner todo de mi para llegar, y llegué, lo hice!!!, solté mi mochila, admiré el paisaje, bebí mi suero, saque mi bandera mexicana y me tomé una foto, una y muchas para ser franca.
Y cuando llegué arriba vi de nuevo el corazón en las nubes ¿otra señal divina?, claro que sí.
Después de grabar en mi mente y el corazón las Torres del Paine, decidí empezar el descenso y con una sonrisa baje, paso a paso, como una mujer que conquistó las montañas.
Hace casi 3 años de mi viaje, y siempre que recuerdo algo sobre esta hermosa aventura siento nudos en la garganta, nudos que me hacen recordar lo hermosa que es la naturaleza y lo hermoso que es comunicarte con ella.
Todo esto pasó en 2 días 1 noche en las Torres del Paine.
Estas son algunas de las fotos de mi viaje. Espero les gusten.
Relato y fotos enviados por Gabriela de Guadalajara, México.
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