Segunda parte de la entrevista a María Taurizano
– ¿Dónde empezaste el recorrido y cómo fueron las primeras etapas?
Viajé de Bs As a Junín de los Andes para empezar desde el Parque Nacional Lanín, lago Huechulafquen, la caminata a la base del Volcán Lanín. Esa es la primera etapa que señalaba la topoguía. Luego supe que habilitaron el lago Ñorquinco más al norte, y ahora ya tengo nuevas obsesiones instaladas en el cerebro. Como primera etapa hice base en el Volcán Lanín, hacia la cara sur, camino de ida y de vuelta porque ahí no se puede dormir. Después fue del Huechu hacia Aila, sencillo y con la sorpresa que nunca antes me había pasado en otras caminatas por el mundo de tener que abrir con total confianza varias tranqueras y pasar por propiedades. Nunca olvidar cerrar las tranqueras. Ya desde las primeras etapas me fui dando cuenta que aunque dijeran “población” como en el caso de Aila, se trata de una sola familia, una sola casa, normalmente a cargo del espacio para acampar y con casi nada que ofrecer al caminante, pan casero y tortas fritas en la mayoría de los casos, pero no en todos.
– Hay etapas clasificadas como difíciles, ¿las recomendarías para gente que no tiene ninguna experiencia en el tema trekking?
Yo creo que si yo lo hice, cualquiera puede hacerlo, pero yo daría algunas explicaciones más detalladas acerca de esas etapas más difíciles. Igual fácil o difícil es muy relativo. A mí no me cuesta treparme a las piedras enormes que hay antes de llegar al Jakob, pero me cuesta un montón orientarme en medio de los descampados, y por eso se me hizo más difícil llegar al Camping Kaleuche o a Wharton que al Jakob. Igual pienso que para alguien que no tiene absolutamente ninguna experiencia en trekking, si bien creo, estoy segura, que pueden lograrlo, hay que anticiparles algunas cosas, como qué tipo de terreno será el que hay que trepar o descender abruptamente como los acantilados del sendero a Desemboque, o si llegaremos a un lugar donde no hay absolutamente nada ni nadie como el Refugio Rincón de Pinos o la Tapera de Lagos, qué es un mallín y cómo es mejor pasarlo, después cada uno reflexionará y decidirá de acuerdo a sus posibilidades.
– Contanos de las etapas que más te costaron y ¿por qué?
Probablemente las que más me costaron a mí no son las de mayor dificultad técnica. A mí me costó llegar del Steffen al Kaleuche, un camino anunciado como sencillo. Sin embargo yo salí del Steffen y después de caminar una hora llegué al Steffen. Sí. Tal cual. No es un error de redacción. Me perdí y volví sin querer adonde había salido y me di cuenta que en vez de bajar el río Manso, lo estaba remontando otra vez hacia sus nacientes. Había marcas, pero eran para la gente que hubiera deseado ir alrevés que yo. Yo iba alrevés. Y ese día fui alrevés muchas veces porque en dos descampados abiertos que crucé, en uno con algunas ovejas y un caballo, y en otro sin más que unas rosas mosquetas salpicadas por ahí, las dos veces salí mal, de tal modo que en lugar de salir a 300 metros de la gendarmería de Villegas, salí a 3 km y no sabía dónde estaba. Y esa no es una caminata que se diga de dificultad alta, pero a mí se me hizo larga porque me perdí. Lo mismo para ir a Wharton. Yo a Wharton no pude llegar y estaba tan fastidiada que hasta me dije “hasta acá llegó mi Huella Andina”, pero después, ya en un camping, bañadita y fresca, me volvía el ímpetu, le fuerza, el deseo de vencer el desafío y retomaba.
– ¿Cuáles etapas disfrutaste más y por qué?
Disfruté todas, pero en algunas los momentos intensos no me daban tregua a la emoción. La subida al Jakob desde el arroyo Casa de Piedra, desde sentir el estruendo del arroyo a poco que uno empieza el sendero, hasta los bosques amables, y la sensación más fuerte de la Huella cuando llegás casi a la altura del Jakob y el bosque se convierte en pura piedra, piedras enormes por las que es preciso trepar, ya no sólo caminar, y a tu izquierda tenés una cascada que se suicida y sin embargo sobrevive en belleza pura a los ojos de uno que está ahí. Esa parte fue sublime, y lo mismo, después de llegar, sentarse junto al lago Jakob. Yo sentí algo muy especial y diferente ese día. Plenitud. Lo mismo a la mañana siguiente, ascendiendo al paso Schwaizer por todo ese pedrero y precipicio y la laguna de los témpanos, y uno tan cerca del cielo y de la cúspide de los riscos y tanta paz. Después ya el arroyo Casalata y los mallines, medio me sacaron canas verdes, y no quiero saber nada de mallines. Prefiero las piedras. Otro día que la caminata es por demás interesante y variada es cuando vas desde Laguna Verde hacia el Refugio Rincón de Pinos, es una caminata muy rica porque de bordear la laguna y caminar por el bosque subís hasta donde está el volcán Achen Ñiyeu y después el Portezuelo del Auquinco y después otra vez bosque, y al final valles y pampas hasta el Refugio. Me encantó la costa del Lolog al día siguiente, en Refugio de Auquinco, y la caminata a Puerto Arturo que no estaba señalizada pero es clara y que se trae su emoción también. Hay que vadear el río ancho y bastante profundo, y sobre el final tiene tres trepadas emocionantes. Me encantaron también las vistas del Puelo caminando al Desemboque, se ve hasta Chile! Es como ver el mapa al natural y caminarle por arriba al mapa, y ya descendiendo al río Epuyen también te corre la adrenalina hasta las patas y es un discurrir del agua calma al agua tumultuosa, como si fueran aguas de diferentes edades, tranquilas ancianas las del lago o infantiles juguetonas traviesas las del río. Me conmovió ese panorama y me vuelve a conmover al contarlo. Pero todas las etapas tuvieron su parte de encanto, qué sé yo, caminar bordeando el lago Rivadavia hasta el río Rivadavia, vivir un día en una chacra con personas sorprendentes, tan gauchas como cultas, por demás de cordiales, ensillar una yegua y salir a ordeñar las vacas o arriar las ovejas, llegar a la laguna Escondida temprano en la mañana y ver primero su propio reflejo antes de ver la laguna misma, descubrir que el Baguilt es diferente a todos los demás lagos, que del otro lado del Huechulafquen uno no tiene más remedio que arrodillarse ante el majestuoso Lanín. Todas las etapas tienen un encanto propio y no creo que haya habido ninguna en la que sin querer y en voz alta, hablando sola, o con los árboles, se me salieran expresiones como “qué hermosura”, o “qué belleza”.
– Al final de las etapas ¿acampaste siempre en un camping? ¿qué te parecieron los campings en general?
No siempre acampé en un camping porque a veces no había, por ejemplo en Rincón de Pinos, Rincón de Auquinco, o Tapera de lagos. En los dos primeros acampé afuera de los refugios, y en Tapera de lagos no hay nada más que una pila de maderas de lo que alguna vez habrá sido una tapera. No hay nada ni nadie, salvo pumas, dicen. En otros lugares no se puede acampar al llegar, como el bosque de Arrayanes, así que lo hice ida y vuelta, y en otros como al cruzar la zona de chacras entre el Manso y el Foyel y hacia el lago Escondido, tampoco hay campings pero me quedé en la chacra de Abraham Troncoso donde fui más que bienvenida y recibida como un huésped aunque le cayera como peludo de regalo. Paré en campings de diferentes tenores. Todos constan en mi blog para más detalle. En general son lugares donde no hay electricidad, algunos tienen un generador que encienden en las noches, pero son lugares donde no siempre se pueden cargar las baterías de las cámaras por ejemplo, y es algo a tener en cuenta si uno quiere documentar la travesía. En casi todos los campings, las familias a cargo, gente del lugar, hacen pan casero y tortas fritas. Algunos tienen proveedurías, sencillas, y en general también, bastante caras. Algunos tienen duchas, algunos… no todos, algunos ofrecen un excusado, otros nada, ni una mesa de palos, o un fogón hecho nada más que de un círculo de piedras e igual te cobran. Y hay otros muy completos, como en Wharton que a pesar de ser un puesto nada más, tiene wifi y un baño regio azulejado y con ducha caliente o el Kaleuche que tiene una cabaña de madera enorme decorada con excelente gusto, o el de la UBA en Villa la Angostura que a pesar de lo estrecha del área de acampe ofrece un servicio inmejorable. Todos están en el blog y allí también están los precios y algunos datos más de cada uno. Yo, como mencioné antes, me adapto fácilmente a las circunstancias, y siempre sentí que habiendo agua y leña, estaba salvada porque siempre llevaba algo para echar al fogón. En algunos campings como el de Termas de Epulafquen, el Kaleuche, o el de Río Azul, o mismo en lo de Troncoso, sentí un compromiso serio y entusiasta con el proyecto Huella Andina.
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¡ Disfrutá las fotos y los relatos de cada etapa escritos por María en su blog !
en este link: lahuellaandina.blogspot.com.ar
Email de María Taurizano: mariataurizano@gmail.com
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