Relato enviado por Nati Bainotti
El Volcán Quilotoa es uno de los atractivos naturales más conocidos en Ecuador, que atrae a turistas nacionales y extranjeros día a día. Ochocientos años atrás, el volcán colapsó y formó una caldera de tres kilómetros de ancho, donde ahora hay una laguna turquesa producto de los minerales disueltos.
Aunque el principal atractivo es el lago es el interior del cráter, hay un circuito de casi doscientos kilómetros que recorre pueblos, mercados y valles. Pueblos como Saquisilí, Sigchos, Chugchilán, Zumbagua, Tigua y Pujilí reposan en la montaña, con pocos habitantes, poco turismo y muchas tradiciones.
Salimos un jueves a la mañana para conocer el mercado de Saquisilí, uno de los mercados indígenas más importantes del país, que cada jueves reúne a todos los pueblos para el intercambio de productos. Desde ahí seguíamos rumbo a Quilotoa. Cuando llegamos a Chugchilán y empezamos a caminar por el sendero de poco más de diez kilómetros hasta el volcán, nunca imaginamos lo que nos esperaba. Un camino perdido en la montaña, prácticamente sin señalización y en subida constante: las tres horas previstas se transformaron en dos días de trekking.
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